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Playas que no son playas

Tiempo de lectura: 2 minutos

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De pronto había querido regresar a aquél lugar parecido a una playa, donde era “alguien” para mí mismo, donde no importaba lo demás, sólo lo esencial.

***

Donde los días se vivían, no pasaban solamente; donde se disfrutaba cada momento, cada detalle; donde ir a caminar sin sentido, era el mayor de los placeres no planeados. Caras, nombres, sonrisas, arena y una playa, que no era una playa.

Personas que se congregaban ante un mar, ante un sol, ante una búsqueda de ser, de ser “ mismo” y no lo que los demás quieren. Una búsqueda que podía tardar uno, dos, tres, doce, cien meses o toparte con el final de una búsqueda que creías no tenía final.

Mis pies descalzos no pararon de ir de un lado a otro, mi piel pálida no se escondió del sol, ése que estaba detrás de las nubes. Mi mente no dejaba de pensar que estaba en una playa, que no era playa.

Una playa donde el sexo dejaba de ser esa fórmula que llenaba el vacío que teníamos dentro y se convertía en diversión, en reto, en placer, en pasión.

Una playa donde las miradas entre dos, podía ser el clímax de una historia de amor, que quizá en otras vidas tuvo lugar en algún bosque – que no era bosque-, o algún castillo, que quizá tampoco era un castillo.

***

Mi historia no terminaba ahí, tampoco comenzó, mi historia quizá nunca fue ni será contada, y menos leída. Quizá.

Quizá mi visita a esa playa nunca sucedió; quizá mi visita a esa playa espera una segunda parte que se convertirá en La – con mayúscula- historia de amor, que no es amor,  y que será contada por el más grande autor de todos los tiempos.

Así fue mi paso por esa playa que no es una playa, que es el lugar donde los sueños, las aspiraciones y los muchos yo´s de miles de jóvenes y de personas se encuentran; donde cada uno tiene su tiempo, su espacio, su pensar, su futuro y sus aspiraciones. Por eso digo que esa playa no es una playa, es el lugar donde encontré a un Yo que desconocía, y que desafortunadamente tendré que regresar  a buscar una parte que deje nadando en las aguas turquesa, bajo una lluvia constante al ritmo de un beat electrónico, una tarde de enero.

Por Rob Hernández / @robsmx

Enero 2014

Historias de una noche que la hacen inolvidable

Tiempo de lectura: 1 minuto

En las arrugas de sus manos se veían los años,

en sus ojos la pasión con que ha vivido…

 

Hay historias en las noches,  que las hacen inolvidables.

 

Secretos de todas posiciones sociales se encuentran,

no importa puesto, poder, presente, ni pasado.

Importan sentimientos postrados ante una copa de alcohol.

 

Importan pláticas interminables que escriben las mil y una historias.

Importan las risas, las lágrimas y los sueños que son susurrados

bajo el aullido de un gato verde, que con melódica compañía

engalana las noches sin rumbo.

 

Las convierte en momentos de reflexión

que al día siguiente parecen un sueño mal recordado,

Pero que al tratar de rememorar, solo sientes un alivio en el corazón.

Por Rob Hernández / @robsmx
Diciembre 2012

Soy de mar, citadino.

Tiempo de lectura: 1 minuto

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Siento el mar, siento la calma

siento la cadencia, siento el calor

siento el sabor, siento la arena

siento tu olor… siento tu olor…

Me han dicho que los que somos de mar tenemos una cadencia especial,
una cadencia al vivir, al amar, al salir, al correr.

Yo sé que la genética de los que somos de mar es diferente,
sabemos mirar al horizonte y proyectar nuestros sueños,
sabemos tener los pies en la tierra, por lo general, enterrados en la arena.

Los que somos de mar nos solemos desvelar escuchando nuestras emociones,
solemos caminar bajo la luna con sentimientos a flor de piel,
solemos cantar con los ojos cerrados,
solemos perder la mirada cuando una canción nos llena.

Los que somos de amar no cerramos los ojos al besar,
observamos, escuchamos y desciframos.

Los que somos de mar suspiramos y soñamos
en colores nítidos con un poco de blur.

Los que somos de mar no somos de aquí ni de allá,
nuestro bautizo fue una noche en la playa al sonido de las guitarras,
con una voz de mujer cubano-francesa
y una luna que fungió como la joya heredada décadas atrás.

Y ahí, solamente ahí, el mar nos adoptó.

Por: Rob Hernández / @Robsmx

Agosto 2014

llegará un momento

Llegará un momento

Tiempo de lectura: 2 minutos

llegará un momento

Llegará un momento en que guardarás silencio

parado ahí, con la ciudad de fondo y el viento recorriéndote,

inmutado mientras dejas tus sentidos andar por el piso 23.

 

Llegará un momento en que cerrarás los ojos

y no harás nada más que sentir mi boca

por tu cuerpo, a la par del viento en las alturas.

 

Llegará un momento en que gimas sin temor

y no tendrás más visión que las luces de la ciudad

que como poros de la piel, se encienden cada vez que te toco.

 

Llegará un momento en que tus manos caminarán

sobre mi torso, pidiéndome cercanía como la gravedad al suelo

con una fuerza y necesidad que no me podré rehusar.

Llegará un momento en que tu pelvis sea mi horizonte

y mi boca se llene de tu pasión inferior

mientras tu cabello se alborota bajo la luz de la luna.

 

Llegará un momento que nuestra conexión irá más allá

de la luna, las estrellas y la ciudad, siendo nuestro cuerpo

el canal inmediato que hablará por nosotros.

 

Llegará un momento en que todo termine

sólo en el plano físico, porque las emociones seguirán

cada que el viento nos envuelva o una luz de la ciudad encienda.

 

Llegará un momento en que dejes de ser mío,

escapando de mis manos hacia el cuerpo cotidiano

que te llena de calor en cada amanecer.

 

Llegará un momento que me invada la nostalgia

y recuerde el piso 23, el viento y las luces de la ciudad

abrazando el recuerdo que se esfuma al parpadear.

 

Por: Rob Hernández / @Robsmx

Octubre 2018