Llegará un momento en que guardarás silencio
parado ahí, con la ciudad de fondo y el viento recorriéndote,
inmutado mientras dejas tus sentidos andar por el piso 23.
Llegará un momento en que cerrarás los ojos
y no harás nada más que sentir mi boca
por tu cuerpo, a la par del viento en las alturas.
Llegará un momento en que gimas sin temor
y no tendrás más visión que las luces de la ciudad
que como poros de la piel, se encienden cada vez que te toco.
Llegará un momento en que tus manos caminarán
sobre mi torso, pidiéndome cercanía como la gravedad al suelo
con una fuerza y necesidad que no me podré rehusar.
Llegará un momento en que tu pelvis sea mi horizonte
y mi boca se llene de tu pasión inferior
mientras tu cabello se alborota bajo la luz de la luna.
Llegará un momento que nuestra conexión irá más allá
de la luna, las estrellas y la ciudad, siendo nuestro cuerpo
el canal inmediato que hablará por nosotros.
Llegará un momento en que todo termine
sólo en el plano físico, porque las emociones seguirán
cada que el viento nos envuelva o una luz de la ciudad encienda.
Llegará un momento en que dejes de ser mío,
escapando de mis manos hacia el cuerpo cotidiano
que te llena de calor en cada amanecer.
Llegará un momento que me invada la nostalgia
y recuerde el piso 23, el viento y las luces de la ciudad
abrazando el recuerdo que se esfuma al parpadear.
Por: Rob Hernández / @Robsmx
Octubre 2018